Centésima segunda graduación de la UCA

 

Otro El Salvador es posible

 

P. Andreu Oliva, S.J.
Rector de la UCA

 

Estimados graduandos y estimadas graduandas, estimados familiares que los acompañan, bienvenidos a este acto de graduación. Mis más sinceras felicitaciones por haber culminado su carrera y haberse graduado como profesionales formados por la UCA. También mi agradecimiento por la confianza de ustedes y sus familias en esta alma mater.

Este acto de graduación es atípico, para respetar las medidas de bioseguridad requeridas por la batalla contra la pandemia de la covid-19. Igualmente atípico ha sido para ustedes finalizar su carrera recibiendo las clases en sus casas, a través de Internet y por medio de un teléfono o computadora. En estos dos últimos años, la pandemia ha dificultado participar en los programas de formación integral que la UCA ofrece a sus estudiantes para ayudarles a ser personas en plenitud. Difícil ha sido también la realización de los trabajos en grupo y la pérdida de espacios para la socialización, aspectos muy importantes para el crecimiento y desarrollo humano. Son estos algunos de los efectos colaterales de la pandemia a los que no se les está dando la importancia debida, pero que tendrán graves consecuencias en el futuro.

La pandemia está cambiando muchos aspectos de nuestra vida; ha introducido, de forma súbita, nuevas formas de estudiar, de trabajar, de relacionarse, de entretenerse y divertirse. Sin duda, ello tiene su parte positiva, pero también nos está privando de las relaciones humanas, de poder tener una experiencia plenamente universitaria; somos menos libres para hacer aquello que deseamos y que requiere del encuentro y la socialización.

Este tiempo nos debe hacer pensar. No podemos entender esta etapa como que fuera un paréntesis en nuestra vida. Hoy, dos años después de conocerse la existencia del coronavirus de Wuhan, sabemos que la covid en sus diversas y cada vez más agresivas variantes estará mucho más tiempo entre nosotros. Debemos aprender a vivir con ella, a organizarnos para vivir en la mayor plenitud posible, tratando de controlar los riesgos, pero sin dejar que la pandemia nos prive de la libertad y de actividades y relaciones beneficiosas.

Al inicio de la pandemia, algunos profetas proclamaron que la humanidad debía protegerse y salvarse en conjunto. De haberles hecho caso, hubiéramos salido de ella más fácilmente, pero lamentablemente esas palabras no fueron acogidas por los que toman las decisiones en el mundo. Ahora sabemos que unos han podido protegerse mucho mejor que otros. Unos se han salvado, otros siguen enfermando o muriendo. Unos han acaparado las vacunas y las tuvieron disponibles desde inicios de 2021, mientras a los países más pobres y poblados no les han llegado todavía en la cantidad necesaria.

Ahora somos más conscientes de que la humanidad está bajo la misma tormenta, ciertamente, pero los medios y recursos que tienen unos y otros para protegerse son muy distintos. La vulnerabilidad y el riesgo que se corre depende del país en el que se vive y la clase social a la que se pertenece. Una vez más, la pandemia nos ha mostrado las enormes desigualdades presentes en la humanidad, que incluso se han acrecentado. Ni la solidaridad internacional, ni la nacional han sido las requeridas para que todos estemos a salvo de esta tormenta.

Esta será recordada como una de las grandes pandemias en la historia de la humanidad. Qué bonito sería que también fuera recordada como el momento en el que el mundo entero se unió para combatirla. Probablemente no será así. Pero ¿qué podemos hacer en nuestro país? ¿No han pensado ustedes que la covid-19 abre una gran oportunidad para marcar un antes y un después en El Salvador? La oportunidad de pasar de un país marcado por la injusticia, la pobreza, la violencia, la corrupción, la desigualdad, la falta de oportunidades y el desempleo, a un país justo, sin violencia, sin corrupción, que cuida el medioambiente, con igualdad de oportunidades para todos, con empleos formales y decentes para la mayoría.

Pareciera que algunos han renunciado a este sueño, pero yo quisiera invitarlos a pensar que sí es posible, que otro El Salvador es posible. Por supuesto, ello requiere que la mayoría de los salvadoreños y las salvadoreñas lo deseemos y trabajemos arduamente por ello. Pero también es necesario que haya personas que, convencidas de que este es el único camino de futuro, se conviertan en apóstoles de este proyecto de vida en plenitud para nuestro país, y sean como la levadura en medio de la masa, que va contagiando a muchos.

En la UCA, estamos convencidos de que queremos y debemos trabajar para una nueva tierra, para un proyecto común en el que todos los salvadoreños gocen de los mismos derechos y deberes, vivan felices y en paz aquí, en su país, como verdaderos hermanos. Los valores de la libertad, la dignidad humana, la amistad y la justicia social, la participación democrática, el respeto a cada persona, los derechos humanos son innegociables y son el fundamento más seguro para construir un futuro distinto y beneficioso para todos.

Es por ello que nos esforzamos en hacer de ustedes las mejores personas y los mejores profesionales, capaces de contribuir a que este sea un mejor país. Hacer de ustedes personas más humanas, aptas para superar las adversidades, tenaces para conseguir el objetivo que se propongan, solidarias con los demás, especialmente con aquellos que no tienen las mismas oportunidades que han tenido y tendrán ustedes en la vida.

Parece que no lo hemos hecho tan bien. Nos duele y entristece que graduados de esta Universidad lideren en el Gobierno y en la Asamblea Legislativa la destrucción política, social y económica de El Salvador, y ataquen a su alma mater por su mirada crítica. En lugar de poner los conocimientos adquiridos para el bien, los han puesto al servicio de intereses oscuros y perversos. Dios y el pueblo salvadoreño les pedirá cuentas de ello.

Pero estoy seguro de que la gran mayoría de los profesionales graduados de la UCA responden a las muchas esperanzas que hemos puesto en ustedes. Esperamos de ustedes que sean personas profundamente humanas y profesionales altamente competentes, que asuman el compromiso de contribuir decididamente a construir en El Salvador y Centroamérica una nueva realidad, libre de toda opresión, en la que se reconozca la igual dignidad de toda persona y se permita que esta alcance y desarrolle todas las posibilidades que le son intrínsecas; una sociedad que promueva el bien común, el bien de todos y para todos, fundamentada en la justicia social, en los valores cristianos del servicio, el amor altruista, la generosidad, el dar sin esperar nada a cambio, la solidaridad con el que está malherido y abandonado en la cuneta del camino, esperando que alguien lo levante, le cure las heridas y se encargue de él.

Ojalá ustedes comprendan que este es el único camino para la salvación de El Salvador, y que sean fieles al juramento que van a realizar durante esta ceremonia. Ojalá que ese juramento no sea un acto automático más, un requisito sin contenido ni significado, sino un acto consciente y un compromiso que guíe sus vidas. Si su vida responde a los principios de la UCA, será el mayor agradecimiento que pueden dar a la Universidad, a su familia y a su país.

No puedo terminar estas palabras sin un recuerdo agradecido a tantas personas que a lo largo de la historia salvadoreña han tomado este camino. A Rutilio Grande, monseñor Romero, Cosme Spessotto, los seis jesuitas y las dos mujeres asesinados en este campus, tantos hombres y mujeres anónimos que dieron la vida por amor a este pueblo. Ellos trabajaron por un mundo que tuviera en el centro a la persona humana. Defendieron a los pobres, los marginados, los descartados. Promovieron la vida y la libertad para todos. Se dedicaron a estudiar aquellas estructuras que condicionan para bien o para mal al pueblo y propusieron modelos nuevos de sociedad, que respondieran al proyecto de Dios para la humanidad. Fueron trabajadores incansables de la justicia y la paz. Sabiendo que se jugaban la vida en ello, no desfallecieron ni se acobardaron.

Esos hombres y mujeres son ejemplos de entrega, de trabajo bien hecho, de compasión por el dolor del prójimo, de búsqueda de la verdad, la justicia y la paz. Todos podemos emularlos. ¿Por qué no lo intentamos? Mis felicitaciones a cada uno de ustedes en este día de su graduación. Muchas gracias.

 

 

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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