Centésima segunda graduación de la UCA

 

Con amor a la verdad y pasión por la justicia

 

Adriana Raquel Díaz Marroquín
Graduada de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas

 

Buenas tardes, estimadas autoridades universitarias, compañeras y compañeros graduados, y demás público presente. Quiero agradecer a nuestra universidad el honor que me ha concedido de expresar estas palabras en un momento tan importante de nuestras vidas. Seguramente, obtener el título que hoy recibimos no es la última de las metas que nos hemos fijado; pero nadie podría opacar el enorme significado que ello encierra, especialmente por los sacrificios que hemos tenido que asumir y por lo difícil que resulta en nuestro país acceder a una educación superior de calidad como la de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Esa realidad nos obliga a considerarnos privilegiados.

Privilegiados no porque seamos o vayamos a formar parte de una élite educada, sino porque con esa educación recibida adquirimos el compromiso de transformar las condiciones de nuestro país desde el ejercicio profesional, con amor a la verdad y pasión por la justicia, para que el pensamiento del padre Ignacio Ellacuría se vea renovado en los tiempos que nos ha tocado vivir. La cultura en la que se mueve la Universidad, dijo el padre Ellacuría, es acción cultivadora y transformadora de la realidad, por cuanto proviene de una necesidad de acción y debe llevar a una acción transformadora del propio sujeto y de su entorno natural e histórico. Ese, pues, es nuestro compromiso con la Universidad y con El Salvador.

Los tiempos actuales no son menos aflictivos que los que vivieron la mayoría de nuestros padres. No vivimos una guerra civil, pero sí una violencia delincuencial que es igualmente mortal. A ello sumamos crisis económicas, políticas y hasta una crisis sanitaria que nos ha obligado a una reclusión casi absoluta en nuestros hogares. Por eso no es extraño que cientos, sino miles, de jóvenes emigren buscando un futuro mejor o simplemente tratando de escapar de la violencia y los demás problemas mencionados. Quedarnos en nuestro país y buscar su transformación también es un acto de valentía. Debemos ser valientes y tomar parte activa en esa transformación.

Por fortuna, hemos contado y contamos con el apoyo de personas que nos aman y a las que amamos mucho: un padre, una madre, abuelos, hermanos y amigos. Personas que nos proveyeron apoyo económico, que nos alentaron a seguir cuando dudábamos terminar la carrera o que simplemente nos sostuvieron con una sonrisa cuando el cansancio superaba nuestras fuerzas y nuestro ánimo. A todos ellos vaya nuestra infinita gratitud. Sin ellos, nuestro destino seguramente habría sido menos favorable y no nos encontraríamos aquí llenos de alegría por el triunfo alcanzado, que también les pertenece.

Disfrutemos de esta meta alcanzada y sintámonos orgullosos. Pero, por sobre todo, ejerzamos nuestra profesión con ética y honestidad, honremos a nuestra universidad y a la educación adquirida con una vida profesional digna, recordando que, como dijo Marco Tulio Cicerón, “La honradez es siempre digna de elogio, aun cuando no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho”. Muchas gracias.

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